6 de noviembre de 2010

Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor

Salmo 16
Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Escucha, Señor, mi justa demanda, atiende a mi clamor; presta oído a mi plegaria, porque en mis labios no hay falsedad.
Tú me harás justicia, porque tus ojos ven lo que es recto: si examinas mi corazón y me visitas por las noches, si me pruebas al fuego,
no encontrarás malicia en mí.
Mi boca no se excedió ante los malos tratos de los hombres;
yo obedecí fielmente a tu palabra, y mis pies se mantuvieron firmes
en los caminos señalados: ¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes: inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu gracia, tú que salvas de los agresores a los que buscan refugio a tu derecha.
Protégeme como a la niña de tus ojos; escóndeme a la sombra de tus alas
de los malvados que me acosan, del enemigo mortal que me rodea.
Se han encerrado en su obstinación, hablan con arrogancia en los labios;
sus pasos ya me tienen cercado, se preparan para derribarme por tierra, como un león ávido de presa, como un cachorro agazapado en su guarida.
Levántate, Señor, enfréntalo, doblégalo; líbrame de los malvados con tu espada, y con tu mano, Señor, sálvame de los hombres: de los mortales que lo tienen todo en esta vida.
Llénales el vientre con tus riquezas; que sus hijos también queden hartos
y dejen el resto para los más pequeños. Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar, me saciaré de tu presencia.

Este salmo, compuesto por David en un momento de aprieto y soledad, puede retratar muy bien cómo nos sentimos cuando nos vemos injustamente atacados, acosados y escarnecidos.
En la vida conocemos situaciones así. Creemos haber obrado bien, nos esforzamos por ser justos y por ayudar a los demás. Nuestro corazón está lleno de buena intención, aunque a veces podamos equivocarnos. Sabemos, como dice el salmo, que “no hay malicia” en nosotros.
Y, sin embargo, cuando fallamos, el mundo nos juzga sin piedad y muchas personas se levantarán contra nosotros, criticándonos con saña. La tristeza y la ira nos invaden y es fácil que, llevados de una justa indignación, podamos cometer aún mayores equivocaciones. ¿Qué hacer?
El salmo nos muestra el camino: rezar. Desprenderse de todo amor propio. Poner ese dolor en manos de Dios: el dolor de saberse injustamente atacado, calumniado y despreciado. Es ahora cuando más cerca nos encontramos de Jesús clavado en cruz. Si él, que fue santo y justo, recibió tal muerte, ¿cómo nosotros, que no somos tan buenos y fallamos continuamente, no vamos a recibir golpes e incomprensiones? Decía santa Teresa que es entonces, cuando somos injustamente atacados, cuando deberíamos alegrarnos, porque estamos compartiendo los sufrimientos y la cruz de nuestro Señor. Recordemos las bienaventuranzas que leímos el pasado domingo. Compartir la corona de espinas con nuestro Rey, ¿no ha de ser una carga dulce que aceptaremos soportar con amor?
Jesús se abandonó en brazos del Padre. Así, el salmista busca el refugio de Dios,  “protégeme a la sombra de tus alas”. Y Dios nos ayudará y nos dará fuerzas. También hará resucitar nuestro espíritu vapuleado, si sabemos confiar en él y no ceder a la tentación de devolver mal por mal.
El salmo acaba con unos versos que debieran hacernos pensar: “Llénales el vientre con tus riquezas; que sus hijos también queden hartos
y dejen el resto para los más pequeños. Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar, me saciaré de tu presencia”.
Es un decir: Señor, llénales de riqueza, dales lo que quieren… ¡es una oración por el propio enemigo! Deja que tengan lo que persiguen. Incluso, que me arrebaten mis bienes, si es eso lo que ambicionan. Porque la mayor riqueza a la que yo puedo aspirar no es la gloria, ni el poder ni el oro. Aquello que sacia mi alma eres Tú. Cuántas peleas se dan en el mundo por esos falsos tesoros. Dejemos que corran tras ellos quienes, ciegos, no quieren ver más. Mi tesoro, mi riqueza, mi bien, está en Ti. Y sólo Tú bastas.

3 comentarios:

  1. Gracias Dios por todo lo que me das, garcias a ti por publicar este salmo que anima no solo a mi a continuar con lo que Dios tiene destinado, sino a muchos,....

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  2. Precioso Salmo de Fe y Esperanza pero sobre todo de Fortaleza. Verdaderamente has llegado a mi corazon cuando mas necesitado estaba, gracias una vez mas por tu misericordia mi Dios Glorioso.

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  3. Otro Hermoso salmo de David, noshabla tambien de la alegria de la resurección el despertar a la vida eterna...

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Piedad, oh Dios, hemos pecado