20 de mayo de 2022

Que todos los pueblos te alaben

Salmo 66


Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros; 
conozca la tierra tus caminos, 
todos los pueblos tu salvación. 

Que canten de alegría las naciones, 
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud 
y gobiernas las naciones de la tierra. 

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben. 
Que Dios nos bendiga; 
que le teman hasta los confines del orbe. 


Cuando un salmo como este exulta de alegría y rebosa alabanzas, no deberíamos pensar que se trata de una efusión exagerada.

Quien canta reza dos veces; quien canta es porque rezar se le queda corto y necesita no hablar, sino gritar; no sonreír, sino danzar de puro gozo.

¿Quién puede llenarnos de tanta alegría que no nos quepa dentro del cuerpo… ni del alma? Sólo el que es más grande que nosotros, más grande que el mundo, más que el universo entero.

Y este Grande no nos aplasta con su poder, sino que nos estremece y nos vivifica con su amor. No nos apabulla ni nos domina; sino que nos seduce y nos colma de regalos.

Quien ha experimentado el milagro y el gozo de la propia existencia conoce esta alegría desbordante. Conoce este amor, y por eso prorrumpe en cánticos. De lo que está lleno el corazón habla la boca.

¿Realmente tenemos motivos para compartir esta alegría del salmista? Quizás nos parezca que en el mundo de hoy no resulta muy oportuno entregarse a estas manifestaciones tan jubilosas. Pero… ¿creéis que el mundo de hace tres milenios era mucho mejor? ¿Creéis que los judíos que vivieron la invasión, la guerra, el exilio y el retorno sufrieron menos que los hombres de hoy? La guerra, el drama de los refugiados, la pobreza, las persecuciones políticas y religiosas no son algo nuevo. Los israelitas conocieron todo eso. Y, a pesar de todo, encontraron motivos para vivir, para luchar, para seguir adelante. A pesar de todo, descubrieron a un Dios compañero de camino que jamás los abandonó. Por eso podían cantar.

Hagamos nuestro su canto. Hagamos nuestra su alegría, porque nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, no somos menos amados ni menos acompañados que ellos.

Al contrario, tenemos algo que los antiguos jamás vieron ni oyeron, ni siquiera pudieron palpar. Tenemos la presencia, viva y actual, de este Dios que para estar  más cerca se ha hecho hombre y ha muerto como nosotros. Este Dios que, para estar ¡dentro de nosotros! se nos ha hecho pan.

¡Claro que tenemos motivos para cantar y estar alegres! El Señor ya ha tenido toda la piedad del mundo, ya nos ha iluminado con su mirada, nos ha amado y nos ha bendecido. Por eso podemos exclamar: Oh Dios, que te alaben todos los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Y nosotros, seamos los primeros en hablar de tus maravillas. De tus milagros. De tu amor.

5 comentarios:

  1. “Quien canta reza dos veces” - San Agustín…Por eso en el Ministerio de Música a que pertenezco en mi parroquia en P.R. siempre cantamos los Salmos en la Celebración Eucarística. No es coincidencia que hoy después de salir de la Hora Santa con Jesús sacramentado haya encontrado este blog. Dios claramente me está hablando de adorarle en ese momento tan especial utilizando los Salmos, pero cantados. Su Espíritu Santo me ha inspirado desde el año 2003 a ponerle melodía a algunos de ellos. Dios le bendiga y gracias por su misión en su blog de explicarnos el orígen de cada salmo.

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  2. Muchas gracias por tu comentario. Me alegro que este blog te inspire y te ayude. ¿En qué lugar está tu parroquia? Es muy bonito que cantéis los salmos con música. Fueron compuestos para ser cantados en comunidad.

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    1. Asisto a la Capilla Santa Rosa de Lima perteneciente a la Parroquia Cristo Salvador de Guaynabo, Puerto Rico. Veo que usted reside en España, nuestra madre patria. La visité hace tres años; espero volver en un futuro a conocer Barcelona y Sevilla dónde residían mis cuartos abuelos.

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  3. Gracias por comentar. En mi parroquia tengo a muchos feligreses de países de América. Todos somos hermanos, la fe en Jesús nos hermana a todos.

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La piedra desechada