12 de mayo de 2023

Aclama al Señor, tierra entera


Salmo 65


Aclamad al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre; cantad himnos a su gloria; decid a Dios: "¡Qué temibles son tus obras!"

Que se postre ante ti la tierra entera, que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre. Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres.

Transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río. Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente.

Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo. Bendito sea Dios, que no rechazó mi suplica, ni me retiró su favor.


Se dice que la admiración despertó en el hombre el sentimiento religioso y también la inquietud filosófica. Ante la contemplación del mundo circundante, de la naturaleza grandiosa, de la fuerza indomable de los elementos, el ser humano se siente pequeño y a la vez espoleado por un íntimo afán: saber más, conocer más, desentrañar el misterio que late tras el tapiz del mundo visible.

Los salmos, como este que leemos hoy, expresan con múltiples imágenes este sentimiento de arrobo y admiración. Pero, más allá de la naturaleza y el mundo tangible, el hombre religioso adivina otra realidad trascendente. Para el hebreo, el mundo es admirable, pero mucho más lo es Dios, que lo ha creado. En la religión judía, y también en la cristiana, hay una clara distinción entre Creador y criatura; no se diviniza la naturaleza, sino a Aquel que la ha hecho. El creyente adora al divino autor, no a su obra.

Aún y así, la belleza de la obra siempre es un puente tendido que nos acerca al Creador. Esta belleza no siempre es idílica, ni causa siempre sensaciones plácidas. Ante el espectáculo del universo, el ánimo sensible se ve sacudido por una mezcla de asombro e incluso espanto: “¡Qué temibles son tus obras!”. En esta exclamación se percibe, de manera simple y honda, la limitación humana y su incapacidad para dominar las fuerzas naturales. El hombre puede controlar sus propias obras hasta cierto punto, pero nunca podrá controlar enteramente la obra de Dios.

Tras constatar esto, el salmista desciende a tierra y enfoca su atención, no ya en el mundo, sino en sí mismo. Dios no sólo ha hecho maravillas en el cosmos, sino en ese pequeño y a la vez inmenso universo que es cada persona. Existir, ser engendrados y nacer con un alma prendida en nuestro barro humano ya es un milagro. Pero si cada uno de nosotros deja, además, que Dios vaya modelando nuestra vida, iluminando nuestro recorrido vital; si dejamos que él penetre nuestro corazón y guíe nuestros pasos, entonces el asombro exultante y la gratitud serán mucho mayores. Porque nuestro gran artista Dios no desea otra cosa que hacer de nuestras vidas un caudal incesante de amor y belleza.

5 de mayo de 2023

Que tu misericordia venga sobre nosotros



Salmo 32


Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpar de diez cuerdas.
Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.

Con una imagen musical y festiva, este salmo nos invita a alabar a Dios en medio de cánticos. Quien piense que la religión es alto triste, una serie de normas morales que reprimen la alegría y la espontaneidad humana, anda bien errado. Los salmos de loanza son un buen ejemplo de ese gozo exultante que emana de aquellos que se saben amados y protegidos por Dios.

Misericordia, esa palabra tan poco comprendida, significa en su origen amor entrañable de madre. ¿Quién no ha contemplado a los niños jugar, alegres y despreocupados, en algún parque o en la playa? Juegan, gritan, ríen, porque saben que, discretamente, allí están sus padres, quizás sin intervenir, pero velando por ellos, mirándolos con amor. Así, el ser humano que vive bajo la mirada de Dios puede crecer y expandirse, ser creativo, ser audaz y alimentar el júbilo en su corazón. Porque sabe que un Padre amoroso lo cuida siempre: “Los ojos del Señor están puestos en sus fieles…”

Pero la fe no sólo aporta alegría íntima en la vida privada. El salmo precisa que Dios ama la justicia y el derecho. Dios combate el hambre y la muerte. Creer implica trabajar por un mundo donde toda persona encuentre su lugar y donde su dignidad sea defendida. Ser consecuentes con nuestra fe significa vivir y actuar de manera que, a nuestro alrededor, no haya hambre, ni material ni espiritual. Significa defender y optar por la vida. Vivir con una actitud compasiva no exige sólo “sentir”, sino obrar de una cierta manera.

El salmo dice que la palabra de Dios es sincera y todas sus acciones, leales. Otras traducciones dicen “fieles”. Dios es absolutamente coherente consigo mismo y con su amor. Nosotros, a imitación suya, estamos llamados también a ser sinceros y honestos, no solo en nuestras palabras, sino también en aquello que hacemos. Nuestra vida ha de ser transparencia de nuestras creencias más profundas.

28 de abril de 2023

El Señor es mi pastor



Salmo 22


El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas, repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Las palabras de este salmo nos resultan muy familiares. Es, quizás, el más recitado y cantado de todos. Lo solemos escuchar en funerales, pero también en ocasiones más alegres y festivas. Es una oración de confianza total en Dios.

El salmo toma imágenes del antiguo testamento propias de los reyes, y las asocia a Dios. Así, en Israel un rey era considerado pastor del pueblo, guía y protector. El rey era ungido. La vara y el cayado son a la vez símbolo de realeza y de defensa, de protección.

Nos fortalece saber que Dios está ahí, cercano, como presencia amorosa que vela por nosotros. Sin embargo, buena parte de nuestra sociedad moderna, descreída, ha visto en esta fe un consuelo para mentes simples, o una invención para sentirse amparado por una seguridad ficticia. Además, la idea de que alguien nos “pastoree” es rechazada. El hombre maduro debe ser libre y autónomo, nadie tiene por qué guiarlo a ningún sitio: él mismo es su propio guía y director.

Sólo quien se deja guiar y confía en Aquel que le ama sabe cuán ciertas son las palabras del salmo. También hay que tener valor para confiar. Y confiar en Dios supone confiar en las personas que pone en tu camino, aquellas que sin interés alguno solo desean tu bien.

A veces los caminos de Dios parecen arriesgados; no son rectas fáciles que atraviesan llanuras, sino veredas que ascienden montañas escarpadas. La vida, para quien quiere vivirla con autenticidad, no es siempre un mar plácido. Pero cuando se escucha y se cuenta con Dios, todo se puede superar. Con él, somos capaces de todo. «Todo lo puedo en Aquel en quien confío», decía San Pablo. Y no sólo nos hacemos fuertes, sino que Dios, que nos ama, nos guía hacia lo que verdaderamente nos hace crecer, desplegar nuestro potencial, hacia lo que nos hace felices. A veces hemos de reconocer que él sabe mejor a dónde llevarnos. ¡Tan sólo necesitamos fiarnos!

21 de abril de 2023

Me enseñarás el sendero de la vida


Salmo 15


Señor, me enseñarás el sendero de la vida

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Digo al Señor: Tú eres mi bien. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano.

Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

A menudo las gentes critican a la Iglesia y también a los cristianos. Atacan a la institución de mil maneras, por su rigor y su poder. Y a nosotros, los creyentes, nos acusan de ser incoherentes con lo que creemos y predicamos. A veces se nos atribuyen toda clase de ideas y actitudes disparatadas, bien lejos de la realidad.

Pero este salmo nos recuerda una cosa innegable. La Iglesia está formada por seres humanos y, como tales, somos falibles, imperfectos y pecadores. Cometemos muchos errores, incluso causamos daño, queriendo o no. Somos vasijas de barro, a veces muy sucias y deterioradas… Qué fácil es que nos desprecien y qué fácilmente podemos caer en el desánimo ante las críticas.

Pero esas ánforas de barro, sucias y rotas, contienen un tesoro inmenso, no comprado ni conseguido, sino regalado. Es esa joya maravillosa lo que hemos de ver y mostrar. Dios se ha fiado de nosotros y se nos ha dado: él es, verdaderamente, el lote de nuestra heredad. Él llena nuestra copa, él nos cubre, nos protege y aún más: nos habita. Con Cristo, los versos del salmo todavía adquieren mayor significado. En la comunión, lo recibimos dentro de nosotros, y desde dentro nos instruye, iluminando nuestra conciencia y nuestra voluntad.

Por eso, aunque seamos pecadores, aunque nos sintamos pequeños, cargados de defectos y de fallos, podemos exultar de alegría y tener paz interior: «se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena». ¡Qué expresivos son estos versos! Sí, la paz interior no la conseguiremos por nuestros medios, sino cuando nos dejemos inundar por la presencia de Dios. Y con la paz, llegará el gozo. Dios, lejos de ser el gran juez represor de la humanidad, es su liberador, su alegría y aquel que puede saciar nuestra hambre de plenitud.

14 de abril de 2023

Dad gracias al Señor porque es bueno


Salmo 117


Este es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. ¡Aleluya, Aleluya!

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Que lo diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.

No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.

Resulta asombroso ver cómo los salmos y las escrituras hebreas, aún escritas siglos antes de Cristo, parecen aludir directamente a su vida y a sus obras. Y es porque toda escritura viva, inspirada en una experiencia mística y religiosa, acaba siendo símbolo de vivencias universales que toda persona puede reconocer en su propia historia.

Este es el día en que actuó el Señor. El Dios de Jesús, nuestro Dios, no es un ser omnipotente alejado de la humanidad. No se limita a crear el mundo, no lo deja abandonado a su suerte: actúa, y actúa a favor de los hombres. Tiene la iniciativa, y es una iniciativa movida por su misericordia.

Misericordia es una palabra que vale la pena comprender. En su significado original, es la capacidad de conmoverse hasta las entrañas, con ese afecto profundo que sienten las madres por sus hijos. Dios se conmueve y, derrochando amor, actúa a favor nuestro.

Muchas personas asocian la idea de Dios a poder, a fuerza, a dominio, a creación. Pero los salmos, como el mismo Jesús, nos revelan un Dios que, por encima de todo, es amor y es Vida. Dios ama nuestra vida y la quiere plena, hermosa, intensa, llena de sentido. Quien se abre a su acción, recibe este regalo.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Se han hecho muchas interpretaciones de esta frase. Para muchos, expresa la preferencia de Dios por los pequeños, por los humildes, por los pobres de espíritu que son capaces de comprender y aceptar su amor. También se ha leído como símbolo de Pedro y los apóstoles: hombres sencillos y comunes, con defectos y pecados, son elegidos para fundar la Iglesia.

Existe aún otra lectura: esa piedra desechada es el mismo Cristo, rechazado por su pueblo, condenado a muerte, crucificado. Como simple personaje histórico, Jesús estaba condenado al olvido. Pero no fue así. Tras la resurrección, su presencia traspasa el mundo, su rostro será amado y su nombre jamás será olvidado.

Esta frase explica también el designio y el modo de hacer de Dios: el mundo rechaza a los profetas. Los poderosos condenan al hombre justo. El mal quiere enseñorearse de las gentes. Dios responde. El justo, condenado y muerto, resucita y funda una comunidad llamada a crecer y a desafiar al tiempo.

Como destaca el Papa emérito, Benedicto XVI, en su segundo libro sobre Jesús, la resurrección fue quizás una pequeña semilla, sembrada en el corazón de una comunidad insignificante. Pero el Reino de los cielos comienza así, como el grano de mostaza, diminuto y enterrado, que de pronto germina y hace brotar una planta hermosa que crece hasta convertirse en árbol. En lo pequeño está la grandeza. El que se humilla, será enaltecido. El pobre será rico y heredero de un reino. Estas son las paradojas de este reino, que ya se anuncia en las bienaventuranzas y que comienza a florecer al pie de la cruz.

Dios actúa en nuestra historia, y este es un mensaje que debemos guardar en el corazón. Cuando Él entra en el mundo, toda la realidad se transforma. Pero Dios no actúa como lo hacemos las personas, tan amigas de juzgar, condenar y segar cizaña. A merced del poder humano, el mundo parece que va a la deriva y prevalecen el mal y la destrucción. El mismo Dios, hecho hombre, aunque podría ejercer su poder, renuncia a él y se deja matar antes que albergar hacia nadie el más mínimo odio y la menor violencia. Muere, sí. Es desechado como inservible. ¡Cuántas veces oímos decir, en ciertos ambientes, que Dios es una invención innecesaria! ¡Cuántas veces Dios es rechazado como piedra inútil en nuestra civilización actual!

Pero en la dinámica de Dios, lo inservible pasa a ser piedra angular y fundamento. El amor auténtico, ¡tan despreciado y rehusado como inútil, impotente e innecesario!, resulta ser más fuerte que la misma muerte. La resurrección, que preludia este salmo, nos muestra cómo la victoria final es del amor.

Cuando te invoqué me escuchaste