5 de mayo de 2012

Salmo 22
El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.
Cumpliré mis votos delante de sus fieles. Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan: viva su corazón por siempre.
Lo recordarán y volverán al Señor desde los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias de los pueblos. Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, ante él se inclinarán los que bajan al polvo.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá, hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al pueblo que ha de nacer, todo lo que hizo el Señor.

El salmo 22 sorprende por el giro que da, desde su inicio hasta su final. Es el salmo que comienza con un clamor angustiado: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Un salmo que asociamos con las lecturas de la Pasión y cuyos versos más conocidos son el retrato de un hombre desesperado, acosado, que suplica auxilio a Dios.
Pero este salmo termina con estrofas luminosas y exultantes. Termina con una promesa que el poeta narra en presente, como algo que se está cumpliendo.
Dios, finalmente, restablecerá la justicia. Ante el hombre humilde, que se postra ante él, Dios hará resplandecer su bondad y lo bendecirá con toda clase de bienes. Hay en este salmo una fe profunda en la justicia divina y en su victoria sobre el mal. Y, al mismo tiempo, hay una condición: el fiel debe cumplir sus votos. El hombre encontrará a Dios si antes lo busca con sinceridad. Se hace necesaria la humildad, ese reconocerse carente, desvalido, pobre. Hay un vaciamiento interior previo antes de poder llenarse de Dios. Es preciso morir antes de resucitar.
El salmo también describe una visión utópica, en la que todo el mundo alaba y rinde homenaje a Dios. Todo el mundo lo busca, y ante él se postrarán las naciones. Dios reinará en el mundo de los vivos, pero también en el de los muertos: “Ante él se postrarán las cenizas de la tumba”. Esta frase es impresionante. Está anunciando que Dios, el viviente, el Señor de los vivos, no sólo dominará el mundo físico, sino también la misma muerte. Está preludiando la resurrección y otra vida, eterna, imperecedera.
Nuestro mundo, ciertamente, busca a Dios. A veces esa búsqueda tiene otros nombres: un afán de plenitud, de eternidad, de felicidad, de belleza… La humanidad está sedienta de trascendencia, y la busca por mil caminos. El salmo afirma que quien busca y encuentra a Dios, será saciado de todas sus hambres. “Me hará vivir para él”, “vivirá su corazón por siempre”. La fe en Dios va acompañada, siempre, de la vida. Y no una vida cualquiera, sino “para siempre”. Una vida plena, que colma los anhelos más íntimos del ser humano.

1 comentario:

  1. la palabra del Señor siempre es reconfortante y nunca deja de sorprendernos, que Dios os bendiga a todos!

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Piedad, oh Dios, hemos pecado