Voy a escuchar lo que dice el Señor; “Dios anuncia
la paz a su pueblo y a sus amigos”.
La salvación está cerca de sus fieles, y la gloria
habitará en nuestra tierra.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, la
justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira
desde el cielo.
El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará
su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos.
Las palabras justicia y
misericordia, junto con salvación y fidelidad, son cuatro conceptos que se
repiten, una y otra vez, en los salmos. Podríamos decir que son valores
fundamentales del pueblo judío. Pero podemos hacerlos extensivos a toda la
humanidad.
Para el hombre
autosuficiente que entiende la libertad como independencia y autonomía total,
de lo divino y lo humano, quizás estas palabras resulten incómodas y le
chirríen. Misericordia suena a
compasión. ¿De qué tiene Dios que compadecernos? ¿No es una forma de hacernos
sentir inferiores y desvalidos para, subliminalmente, dominarnos? La justicia es una palabra talismán, hoy y
en todos los tiempos, pero su significado varía según las épocas y contextos, y
uno se pregunta si no estará en boca de todos porque precisamente es algo que
falta, y mucho, en el mundo. Salvación:
otro concepto del que queremos desprendernos. El hombre ya puede salvarse a sí
mismo, ¿por qué necesita ser salvado por Dios, o por alguien que venga en su
nombre? Y salvado, ¿de qué? En cuanto a la fidelidad…
¡qué mal se entiende! Si hasta parece que hoy lo que se valora y se aplaude es
justamente lo contrario. Aunque, en el fondo de nuestro corazón, todos ansiamos
que nuestros amigos y seres queridos nos sean fieles… y quizás no lo sabemos,
pero tenemos verdadera hambre de ser fieles nosotros también.
Es importante que
entendamos en profundidad estos cuatro conceptos para evitar caer en
malinterpretaciones desconfiadas o en distorsiones de la fe.
Los salmos, como tantos
otros escritos sagrados, se pueden entender si se leen en su contexto, conociendo
y penetrando en la intención del que escribía. La clave para interpretarlos es
simple y grande: el amor de Dios. Dios nos ama. Dios es cercano y se enternece
mirándonos: esta es la misericordia, afecto entrañable de madre. Fidelidad es
una cualidad inseparable del amor: el auténtico amor es para siempre, no falla.
Cuando la misericordia y la fidelidad se encuentran, dice el salmo, brotan la
paz y la justicia. ¡Y no al revés! Qué lección para tantas personas e
instituciones que nos inquietamos por la paz en el mundo y la justicia social.
Pensamos que una vez se instauren unas estructuras sociales justas y se legisle
la paz, entonces la gente podrá crecer, amar y desarrollarse. Y es justamente
lo contrario: sin amor, sin misericordia, sin una pasión profunda y firme por
el ser humano, ni la paz ni la justicia, ni una economía solidaria, ni unos
gobiernos responsables, nada de esto será posible. El amor siempre es primero.
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