Salmo 18
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia
el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia
el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.
Cuando oímos
hablar de leyes o mandatos, de inmediato solemos pensar en restricciones, en
autoridad, control y obligación. A veces el lenguaje bíblico y las traducciones
no acaban de transmitirnos qué querían decir, en realidad, los autores los
salmos. Pero si leemos estos versos con mente limpia, sin prejuicios, aunque no
seamos expertos en Biblia podemos atisbar un significado muy hondo y hermoso.
Una ley
represora nunca genera paz, ni alivio. ¿Cómo será esta ley del Señor, que es
descanso para el alma?
Unas
normas restrictivas y severas tampoco generan alegría. ¿Cómo serán estos
mandatos del Señor, que alegran el corazón?
Las
leyes humanas a menudo no son justas, y no tienen en cuenta la realidad de la
persona, o favorecen a unos grupos, mientras que perjudican o explotan a otros.
¿Cómo será la ley de Dios, que es siempre justa y verdadera?
La ley
es importante para proteger el orden social y evitar las violencias, abusos e
injusticias. Pero no siempre es justa, ni ética. Tampoco se cumple siempre. A
veces, en nombre de la ley se cometen verdaderos atropellos. ¿Cómo asegurarnos
de que la ley realmente favorece a toda persona y al bien común?
El
pueblo judío, que sufrió esclavitud, conquista y destierro, encontró la respuesta
contra la explotación y la tiranía en el mismo Dios. Un Dios liberador,
defensor, que está al lado de los pobres y los oprimidos, de los más
vulnerables. La voluntad de Dios es que sus hijos crezcan, se desarrollen,
puedan desplegarse y vivir una vida feliz y digna. Su ley es todo lo que
favorezca esta vida. Por eso es una “ley limpia y que “da luz a los ojos”. Como
afirmó un santo, la gloria de Dios es la dignidad del hombre.
El
estribillo del salmo repite: “tus palabras son espíritu y vida”. En antiguo
hebreo, espíritu es aliento, y equivale a vida, pues todo lo que respira
está vivo. La palabra “mandato”, en realidad, se podría traducir por enseñanza.
Dios nos enseña a vivir y a convertir nuestra vida en una realidad vibrante,
intensa y llena de sentido. Aprendamos a escuchar su palabra, en oración, en el
silencio y en la belleza del mundo y de la liturgia. Dios se comunica con
nosotros de muchas maneras. ¡Estemos atentos! Y sus mensajes nos llenarán de
alegría el corazón.