Salmo 61
Descansa sólo en Dios, alma mía.
Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.
Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.
De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él
desahogad ante él vuestro corazón. R/.
Descansa sólo en Dios, alma mía.
Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.
Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.
De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él
desahogad ante él vuestro corazón. R/.
Estamos muy cansados. No sólo de cuerpo, sino de alma. Sobre todo de alma.
Nuestro espíritu anda inquieto, nuestra mente no para de dar vueltas, nuestras emociones
están locas. Nos pesa el pasado, nos
preocupa el futuro, nos abruman los problemas del presente. ¡La vida es dura!
Los desafíos nos embisten como olas y aguantamos como podemos. A veces
aguantamos mal. Y nos cansa tanto luchar…
No estamos hechos para estar solos. Contar con un
esposo, una esposa, un amigo, un hermano o un consejero nos ayuda. Los demás
son nuestro sostén y nuestra ayuda en el caminar por la vida. Si hay sintonía y
comunión, los demás también pueden ser nuestro descanso. Pero a veces nuestra
alma siente una angustia profunda que nadie puede calmar.
Sólo Dios puede. El salmo de hoy recoge el sentir
de alguien ―podría ser cualquiera de nosotros― que vive cargado de problemas y
a veces siente que le falla el suelo bajo los pies. Hay momentos en la vida en
que nos encontramos bloqueados, atrapados, sin salida, y parece que nadie puede
ayudarnos… ¿Qué hacer?
En esos momentos es importante hacer silencio. Rezar,
confiar, aguantar. Y esperar. Porque mientras nosotros rezamos, o gritamos al
cielo, o lloramos, alguien está escuchando. Dios escucha.
Y después responde. Quien se atreve a rezar
confiado nunca regresa vacío. Esta es la experiencia del salmista: confiar a
Dios nuestros problemas, nuestros atascos, nuestras angustias y temores, nunca queda
sin respuesta. Sí, Dios responde.
Y Dios, como cantamos hoy, es una roca, un castillo,
un refugio. Dios es la tabla de salvación y el alcázar fortificado que nos
guarece. Dios es el regazo que acoge nuestros dolores, nuestras dudas, nuestros
miedos. Y nos calma. Te amo, estoy contigo. No temas.
«Confiad en él y desahogad en él vuestro corazón».
Qué hermoso consejo para seguir, hoy y todos los días de nuestra vida. Fíate de
Dios: te sostendrá. Desahógate en él, sin miedo, y te devolverá el aliento y el
oxígeno que necesitas para respirar.
Un último aviso. Este salmo nos invita a confiar,
pero no a dormir. No justifica el quietismo. Justamente porque sabemos que
somos escuchados y que Dios está con nosotros, ofreciéndonos su apoyo, por eso
debemos seguir, caminando, con fe, sin desfallecer. La certeza de ser
protegidos nos da alas.
Hermoso mensaje y en el momento oportuno
ResponderEliminarHermoso mensaje y en el momento oportuno
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