Salmo 97
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho
maravillas.
Cantad al Señor un
cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su
victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su
fidelidad en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra
han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
Los versos de este salmo
desprenden un halo épico: se aclama a Dios como a un guerrero victorioso, un
rey que ha triunfado. Pero… ¿en qué consiste su victoria? ¿Cuáles han sido sus
hazañas?
Vemos que Dios triunfa,
no porque haya vencido una guerra, sino porque “ha hecho maravillas”. Su
victoria no es haber derrotado a un enemigo, sino “revelar a las naciones su
justicia”. Y esta justicia no es castigo ni poder, sino “misericordia y
fidelidad”.
La misericordia y la fidelidad, que comienzan centrándose en «la casa de Israel», en el pueblo
elegido, terminan extendiéndose a todo el mundo. La tierra entera contemplará
la justicia de Dios: no habrá pueblo que no reciba la bendición de su
misericordia. En otras palabras, toda persona, hija de Israel o no, será receptora
del amor de Dios.
Por eso el anuncio es
alegre y se extiende: «Aclama al Señor, tierra entera». Y la alegría es plena y
desbordante. No se trata de mera conformidad, aquí hay pasión, hay verdadero
gozo: «gritad, vitoread, tocad». El amor de Dios no es cosa baladí, su justicia
no es algo que nos deje indiferente. ¿Se queda fría la amada tras un abrazo
fogoso del amante? No, rebosa felicidad, se estremece de alegría, su corazón
canta.
Ojalá toda persona
pudiera experimentar en sí misma el amor de Dios. Este tiempo de Adviento nos
invita. El Señor está cerca, ¡acerquémonos a él! Dejémonos encontrar, como dice
el Papa en su exhortación Evangelii
Gaudium. Recobremos el júbilo del encuentro, el fuego del primer
enamoramiento. Sí, enamorémonos de Dios. Él está loco de amor por nosotros…
¿tan duro tenemos el corazón, que no sabremos corresponderle?
Dejémonos atrapar por su
amor. Busquemos un tiempo de silencio en soledad, cada día, para ponernos bajo
su mirada y dejarnos bañar por su ternura fiel, constante, imperecedera. Colmarnos
de ella será lo único que nos dé auténtica alegría, y paz.
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