Salmo 28
El Señor bendice a su pueblo con la
paz.
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria
del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre
las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es
magnífica.
El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un
grito unánime: «¡Gloria!» El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor
se sienta como rey eterno.
El agua, en las mitologías
antiguas de Oriente Medio, era el elemento primordial a partir del cual nacían
los dioses y se originaba el mundo. También el Génesis recoge estas tradiciones
cuando habla del viento de Dios
aleteando sobre las aguas, antes de la creación.
Pero Dios es mucho más
que el agua engendradora de vida. Dios está por encima de todas las criaturas
del universo, ya sean estrellas, océanos o seres vivos. Cuando el salmista
canta la voz tronante de Dios sobre las aguas está proclamando su superioridad
y su gloria. De él, de su mano, surge todo cuanto existe. Él es el rey, el que
crea y sostiene en la existencia todo cuanto podemos ver y estudiar.
Las cosas creadas son
bellas pero ¿son conscientes de su maravilla? Solo el ser humano reflexiona, se
pregunta y se admira ante la belleza del cosmos. La sensibilidad de su alma lo
lleva a reconocer el aliento creador que anima el universo y hace brotar de sus
labios un himno de alabanza. Es hermoso el mundo, ¡pero cuánto más hermoso será
su artífice creador!
Y ¿qué tiene que ver esto
con el estribillo del salmo? El Señor
bendice a su pueblo con la paz. Paz, en hebreo, es una palabra muy rica que
significa mucho más que tranquilidad o calma interior. Paz es abundancia, es
prosperidad, es alegría, es gozo, es salud y plenitud. ¿Cómo alcanzar esta paz?
El salmo de hoy nos da
una pista: reconocer la grandeza de Dios y expresar nuestra gratitud nos trae
paz. Nos hace conscientes de cuántos dones recibimos, además de la propia
existencia. ¡Tenemos tanto, sin hacer nada por merecerlo! ¿Qué Padre da tantos
regalos a sus hijos, si no es por un inmenso, inabarcable amor?
Olvidemos las quejas y dejemos de enfocarnos en las carencias. Centremos nuestra atención en todo aquello de bueno que hemos
recibido. Somos profundamente amados desde el primer momento en que existimos. ¡Seamos
conscientes de ello! De esta experiencia brota la paz.
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