Salmo 90
Estás conmigo, Señor, en la
tribulación.
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a
la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío,
confío en ti.»
No se te acercará la desgracia, ni la plaga
llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te
guarden en tus caminos.
Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y
dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré
porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la
tribulación, lo defenderé, lo glorificaré.»
El Señor te protege. El
Señor envía sus ángeles para que te guarden. Con estas hermosas palabras del
salmo el diablo se acerca a Jesús para tentarlo a arrojarse desde lo alto del
templo.
¡Cuántas veces se
utilizan las sagradas escrituras, fuera de contexto y manipuladas, para
conseguir lo contrario de lo que pretendían! Este salmo es un himno de confianza
en Dios. En cambio, el demonio utiliza sus versos para tentar a Jesús con el
poder de saberse Hijo de Dios. No lo incita a confiar en Dios, sino en sus
propias fuerzas. En realidad, su proposición es un desafío, un reto al mismo
Dios que lo ha creado.
Este salmo tampoco ha de
leerse como si fuera un mero consuelo. No adoptemos la actitud de aquellos
fariseos a los que Jesús reprendió: «no por exclamar, Señor, Señor, tenéis la
salvación asegurada», les dijo. Las palabras del salmo ahondan más: creer no es
un seguro de vida. No invocamos a Dios para estar tranquilos y protegidos, como
dice aquel refrán: nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Es al revés,
cuando nos arriesgamos a confiar en Él, solamente en Él y a todas, es cuando
Dios nos protege y nos cuida, enviando a sus ángeles. El que vive «a la sombra
del Altísimo» es la persona que ha decidido poner a Dios en el centro de su
vida y de su corazón. Es la persona que confía en Él su vida, sus decisiones,
su vocación, aquello que más quiere. Cuando nos abandonamos en Dios, Él
responde siempre.
Y así es como caminaremos
por la vida, con tantos problemas y preocupaciones como cualquiera, o quizás
aún más, pero nada podrá dañarnos porque vivimos protegidos y amados. Pisaremos
áspides y dragones, tal vez nos tocará abordar situaciones muy conflictivas,
incluso engañosas. ¡El demonio está listo para tender trampas a los fieles al
Señor! Pero si confiamos en Él y lo tenemos presente siempre, nos librará.
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