Te ensalzaré, Dios mío, mi rey, bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Te ensalzaré, Dios mío, mi
rey, bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es clemente y
misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con
todos, es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas las criaturas te
den gracias, Señor. Que te bendigan tus fieles,
que proclamen la gloria de
tu reino, que hablen de tus hazañas.El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.
Dicen los tratados de
espiritualidad que hay esencialmente tres tipos de oración: la de petición, la
de acción de gracias y la de alabanza. De las tres, la más elevada es la última.
Es la plegaria que no surge de la necesidad, ni tampoco de la gratitud por un
don recibido. Estas dos plegarias son buenas, y Dios las acoge con solicitud. Pero
la oración de alabanza es la inspiración que brota del alma cuando ya no hay
nada que dar ni recibir, sino un desbordamiento de amor.
Como un elogio vehemente,
como un piropo lanzado al cielo, la alabanza es un grito de alegría, una efusión
gozosa que surge cuando el ser humano es consciente de la grandeza de Dios. Si
las otras dos plegarias fueron provocadas por un motivo concreto, esta no tiene
porqués: es totalmente espontánea y gratuita y solo se da cuando hay mucho
amor, como se dan las palabras dulces y hermosas, a menudo exageradas y poéticas,
entre dos amantes, en la intimidad.
Nuestras palabras siempre
serán pobres y escasas para alabar a un Dios tan grande. Por eso son efusivas y
se repiten, como campanadas, como redobles de tambor, como los elogios de un
niño a sus padres.
Sí, Dios es fiel. Sí,
Dios es bueno. Sí, Dios es protector y cariñoso con sus criaturas. Sí, Dios ama
con todas sus entrañas de madre aquello que ha creado. ¡Qué experiencia tan
hermosa debió motivar al autor de este salmo!
Y ante Dios, ¿puede haber
oración más bella que el transporte alborozado de sus hijos? Estos versos,
pronunciados con el corazón y ensartados en nuestra vida, son las perlas más
preciosas que le podemos ofrecer. Tenemos motivos para vivir alegres porque
somos inmensamente amados, mucho más de lo que alcanzamos a comprender.
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