Salmo 45, 2-9
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios;
el Altísimo consagra su morada.
Dios es nuestro refugio y nuestra
fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la
tierra, y los montes se desplomen en el mar.
El correr de las acequias alegra la
ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio, no
vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora.
El Señor de los ejércitos está con
nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra: pone fin a la guerra hasta el extremo del
orbe.
La vida es un cambio continuo
y a menudo nos envuelve la incertidumbre. Desde los albores de la humanidad el
ser humano ha buscado sentido a su vida, ideales o áncoras espirituales donde
hallar una certeza íntima, una seguridad que le permita construir sus sueños y levantarse
con una motivación cada día.
En tiempos de crisis esta
necesidad de certeza es aún mayor. Pero ¿en qué ponemos nuestra confianza? ¿Cuál
es nuestro sustento espiritual? En otras palabras podríamos decir: ¿a qué o a
quién adoramos? ¿Cuál es el puntal de nuestra fe?
Los pueblos de la antigüedad
eran conscientes de los avatares de la vida y del destino final de todo ser
humano. Mediante ritos y festejos buscaban formas de aplacar a los dioses, personificaciones de las potencias
naturales y sobrenaturales que los sobrepasaban. La religión y la magia estaban
estrechamente ligadas.
Israel comenzó a vivir otra
experiencia. Su fe no se sustentaba en las fuerzas de la naturaleza ni en los
poderíos humanos. Los creyentes de Israel comprendieron que todo cuanto existe,
por grandioso que sea, está sujeto a un poder mayor: el del Creador que todo lo
ha hecho y todo lo sostiene en la existencia. Lo que para otros eran dioses,
para el israelita son criaturas, obras maravillosas de un ser trascendente y mucho mayor que su propia creación. Es en
este Dios único en quien el hombre puede depositar su fe y su confianza. El
mundo puede temblar y los montes pueden desplomarse en el mar, pero no Dios.
La buena noticia es que ese Dios no es
un tirano: Dios es amigo de la humanidad y le tiende su mano.
Dios existe y Dios está
de nuestra parte: este es el mensaje que se desprende de la vivencia de Israel,
reflejada en estos versos del salmo que cantan a un Señor todopoderoso. La
expresión de los ejércitos no se refiere a una fuerza militar, sino a los ejércitos
celestes, formados por los elementos de la naturaleza. Por eso más adelante
oiremos que Dios pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario