Salmo 103
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla
la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande
eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas.
Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser
polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.
Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus
obras. Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor.
El Salmo 103 es un
cántico gozoso de adoración: el hombre reconoce la grandeza de Dios y prorrumpe
en alabanzas hacia él.
No sólo se trata de un
sentimiento de admiración ante la belleza de lo creado —la tierra está llena de
tus criaturas—, sino de algo más profundo. El poeta que entona estos versos
descubre que el simple hecho de que algo exista es un milagro, y que toda
criatura, todo ser vivo, el universo entero, aún siendo admirables no serían
nada si Alguien no los sostuviera en su existencia.
«Les retiras el aliento y
expiran y vuelven a ser polvo.» El aliento de Dios se identifica con la vida
que anima la materia. Detrás de toda forma viva aletea el Espíritu que ya
preexistía, según dice el Génesis, aleteando sobre las aguas primigenias.
Por supuesto estas
imágenes son simbólicas, pero tienen un significado más hondo que el mero mito.
Este salmo, como el libro del Génesis, nos habla de un Dios que es Creador,
cuya energía enciende la llama de la vida y que se despliega en una creación
maravillosa, de la cual el ser humano forma parte central.
Porque el ser humano, a
diferencia de las otras criaturas, no sólo existe y vive, sino que puede
conocer a su Creador y disfrutar de su obra. Puede, incluso, imitarlo, jugando
a crear y elaborando sus pequeñas obras de arte. Este verso del salmo recuerda
el gozo del artista que acaba su obra y la ofrece a Aquel que lo hizo y le dio
la capacidad creativa: «Que le sea agradable mi poema».
Un teólogo dijo que el
Espíritu Santo es el Señor de la Belleza. En
su mensaje a los artistas, los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI nos recuerdan
que a través del lenguaje artístico se manifiesta el Espíritu de Dios. La
belleza, efectivamente, nos habla de una mano creadora y del amor con que esa
obra fue concebida.
Hoy, día de Pentecostés,
puede ser una buena ocasión para reflexionar y ver de qué manera podemos
esparcir belleza —auténtica y buena— a nuestro alrededor.
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