Salmo 77
El Señor les dio un trigo celeste.
Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres
nos contaron, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su
poder.
Dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas
del cielo: hizo llover sobre ellos maná, les dio un trigo celeste.
Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó
provisiones hasta la hartura. Los hizo entrar por las santas fronteras, hasta
el monte que su diestra había adquirido.
Este salmo recuerda el
episodio del Éxodo en el que el pueblo israelita pasaba hambre y clamó contra
Moisés y Aarón: «Nos habéis sacado de Egipto, donde nos hartábamos, para morir
de hambre en este desierto». Entonces Dios les envió el maná, con el que se
alimentaron durante su largo periplo.
El salmo no recuerda el
descontento del pueblo, sino la gratitud ante el poder de Dios y su bondad. De
nuevo la Biblia
nos muestra un Dios providente y provisor, como la madre que alimenta a sus
retoños. Y lo hace mostrando su poder, pues en sus manos está el obrar
prodigios y hacer llover pan del cielo.
Vemos aquí al mismo Dios
del Génesis, que se preocupa por el alimento y el vestido de sus hijos. Es una
imagen que nos muestra un Dios cercano, humano y sensible a nuestras
necesidades materiales.
Penetrando en el mensaje
tras estas líneas, podemos pensar que, ciertamente, y sin necesidad de
prodigios, Dios nos alimenta con «trigo celeste». ¿Acaso no es el creador del
mundo y de la vida? El mayor milagro es que exista el universo, y dentro de él,
un planeta verde y fértil con una naturaleza generosa y abundante que puede
alimentar a todos los seres vivientes. Pero en este planeta ha surgido otro
milagro aún mayor si cabe: una consciencia maravillosa y creativa, la mente
humana. Con la riqueza de la naturaleza y nuestra mente podemos vivir una vida
plena y digna.
Todo cuanto tenemos,
desde el aire hasta el alimento, desde el aliento vital hasta la inteligencia
de nuestro cerebro, es puro don. Si recordamos esta realidad, si sentimos que
todo es regalo de Dios, nos será fácil comprender el espíritu de este salmo: la
gratitud. Y de ahí se desprende otra actitud: el respeto hacia todo lo creado,
el cuidado de la naturaleza, una ecología sana que nos hará comprender que no
somos dueños, sino administradores, y que no podemos explotar impunemente ni
abusar de los recursos que están a nuestro alcance.
Agradece y canta quien es
consciente de que ha recibido mucho. El salmo utiliza verbos muy expresivos:
oír, aprender, contar. Son los verbos que caracterizan el testimonio, el
anuncio, la noticia. Quienes no vieron cara a cara el prodigio, lo escucharon de
sus padres y lo hicieron parte de su vida. Ese es el sentido profundo de «aprender».
Y cuando algo forma parte de ti, algo importante que te construye como persona
y que marca tu historia, no puedes menos que anunciarlo, comunicarlo,
esparcirlo.
Así es como se consolida
la fe de un pueblo y cómo se genera una cultura. A partir de una experiencia
impactante y liberadora, contada y recordada por generaciones, el presente
queda vinculado a un pasado y proyectado a un futuro. La experiencia
fundacional de Israel es esta: la de un Dios liberador y providente, que jamás
desatiende el clamor de su criatura.
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