Salmo 88
Cantaré eternamente las misericordias del Señor
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
camina, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R/.
Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey. R/.
Los cánticos heroicos de la antigüedad suelen ensalzar las proezas
de hombres extraordinarios. La épica es una forma de inmortalizar a los héroes,
y de perpetuar su memoria.
Este salmo que hoy leemos adopta las formas exultantes de un
cantar épico, pero su protagonista no es un hombre destacado, sino Dios. Y el
motivo del salmo no es alabar los logros humanos, sino la grandeza de Dios. El
pueblo de Israel, en sus manifestaciones más brillantes, no se gloría de sí
mismo. Su gloria es la misericordia de Dios, que ha mirado con amor a este
pueblo pequeño entre los grandes del mundo.
Fidelidad y misericordia son dos grandes virtudes de Dios.
¿Cómo entenderlas, en lenguaje de hoy?
La fidelidad todos la entendemos. Ser fiel es no
fallar nunca. Es no abandonar, es estar ahí cuando se nos necesita. ¿En qué es fiel Dios? En el amor. Nosotros podemos flaquear, ser
infieles, olvidadizos e incluso traicionar su amor. Él no.
Misericordia, de la que tanto nos ha hablado nuestro papa
Francisco, no es una compasión sentimental y dulzona. Misericordia es la
capacidad de conmoverse, de apasionarse, de fundirse de amor por la persona
amada. Misericordia es el amor de una madre por su retoño: esta es la
comparación que más se acerca al amor de Dios.
Israel —y cada uno de nosotros— puede cantar con gozo
exultante, porque caminamos «a la luz de su rostro». Esta es otra expresión
bíblica preciosa y que aparece a menudo en los salmos y en otros pasajes
bíblicos. El rostro de Dios desprende luz, su presencia ilumina nuestra vida.
Caminar bajo su sol es gozar de una vida buena, plena, con sentido, con un rumbo.
Caminar a la luz de su rostro es vivir cada momento sabiéndonos sostenidos y
alimentados por un amor que sobrepasa todo afecto humano, y que nunca nos
falta.
¡Tenemos mil motivos para cantar! Un canto agradecido es la
mejor plegaria.
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