26 de junio de 2020

Cantaré eternamente las misericordias del Señor



Salmo 88


Cantaré eternamente las misericordias del Señor


Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
camina, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R/.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey. R/.


Los cánticos heroicos de la antigüedad suelen ensalzar las proezas de hombres extraordinarios. La épica es una forma de inmortalizar a los héroes, y de perpetuar su memoria.

Este salmo que hoy leemos adopta las formas exultantes de un cantar épico, pero su protagonista no es un hombre destacado, sino Dios. Y el motivo del salmo no es alabar los logros humanos, sino la grandeza de Dios. El pueblo de Israel, en sus manifestaciones más brillantes, no se gloría de sí mismo. Su gloria es la misericordia de Dios, que ha mirado con amor a este pueblo pequeño entre los grandes del mundo.

Fidelidad y misericordia son dos grandes virtudes de Dios. ¿Cómo entenderlas, en lenguaje de hoy?

La fidelidad todos la entendemos. Ser fiel es no fallar nunca. Es no abandonar, es estar ahí cuando se nos necesita. ¿En qué es fiel Dios? En el amor. Nosotros podemos flaquear, ser infieles, olvidadizos e incluso traicionar su amor. Él no.

Misericordia, de la que tanto nos ha hablado nuestro papa Francisco, no es una compasión sentimental y dulzona. Misericordia es la capacidad de conmoverse, de apasionarse, de fundirse de amor por la persona amada. Misericordia es el amor de una madre por su retoño: esta es la comparación que más se acerca al amor de Dios.

Israel —y cada uno de nosotros— puede cantar con gozo exultante, porque caminamos «a la luz de su rostro». Esta es otra expresión bíblica preciosa y que aparece a menudo en los salmos y en otros pasajes bíblicos. El rostro de Dios desprende luz, su presencia ilumina nuestra vida. Caminar bajo su sol es gozar de una vida buena, plena, con sentido, con un rumbo. Caminar a la luz de su rostro es vivir cada momento sabiéndonos sostenidos y alimentados por un amor que sobrepasa todo afecto humano, y que nunca nos falta.

¡Tenemos mil motivos para cantar! Un canto agradecido es la mejor plegaria.

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