Salmo 24
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando. R/.
Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando. R/.
Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
En esta oración podemos distinguir tres partes. Son
como los tres movimientos de una sinfonía, o las tres etapas de un diálogo
confiado con Dios.
En la primera hay una petición: Señor, enséñame.
Enséñame porque la vida es complicada y en el mundo hay tantos mensajes, tanta
información, tantos caminos por donde perderse… Vivimos inmersos en la
confusión y necesitamos luz para conocer qué camino nos conduce a una vida
llena, con sentido. Una vida íntegra donde seamos auténticamente nosotros y nos
podamos sentir unidos a los demás. A veces necesitamos ayuda, nadie es buen
maestro de sí mismo. Para aprender hay que ser humilde y tener paciencia. «Todo
el día te estoy esperando». Quien ama, espera. Y quien espera demuestra su
perseverancia.
La segunda parte es una toma de consciencia de
nuestro pecado. Reconocemos que nos hemos alejado de Dios. Vemos claramente
nuestros fallos y errores. La palabra pecado, en hebreo antiguo, significa
desviación, el fallo de una flecha que no alcanza su diana. ¿Cuándo nos
apartamos de Dios? ¿En qué momentos lo olvidamos e intentamos hacerlo todo por
nuestra cuenta, creyéndonos dioses de nosotros mismos? Cuando somos conscientes
de esto, llega el arrepentimiento y el deseo de reconciliación. Necesitamos
volver a los brazos del Padre, necesitamos su cercanía, su ternura, su perdón.
Y la tercera parte es de alegría: ¡claro que Dios
nos perdona! Claro que se acerca a nosotros. Más aún: viene corriendo en
nuestro auxilio, como el padre del hijo pródigo. Nos abraza, nos acoge, hace
fiesta para nosotros. Perdona y olvida. Con él no hay deudas que saldar. Si
regresamos a su lado, quedamos limpios de culpas y no hay cargas pendientes…
Pero, para aceptar este amor y este perdón incondicional hace falta ser
humilde. Si somos orgullosos y creemos que todo lo que recibimos es por mérito
nuestro, ¿cómo vamos a aceptar un perdón incondicional? Si vivimos instalados
en una ética del premio y del castigo, ¿cómo entenderemos la gracia de Dios,
que se da sin medida? Dios no nos perdona por otra cosa que por su amor. Porque
quiere. Se necesita un corazón muy sencillo, muy humilde, abierto como los de
los niños, para aceptar esto.
Pero una vez se acepta, ¡qué alegría tan grande! La
alegría que pone versos en el corazón y en los labios, que se convierte en
danza y en cántico de alabanza. Qué bueno es Dios, que nunca nos deja por el
camino y convierte en enseñanza todo cuanto nos sucede.
Gracias por compartir tan hermosa explicación del Salmo 24 . Que Dios lo siga bendiciendo!
ResponderEliminarHERMOSA EXPLICACION DEL SALMO, ! ANIMO! DIOS LES BENDIGA
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